sábado, 29 de marzo de 2008

Almas solitarias

La chica del sombrero gris se asomó a la ventanilla del único vagón que quedaba libre, mientras el tren arrancaba. Fuera no había nadie de quien despedirse, pero aún así le gustó sentir el aire en la cara. Le hacía sentirse viva, sentir algo que no fuera dolor y sufrimiento. ?Ya está? se dijo para sus adentros. Su rostro no perdió el color pero sus labios pintados con carmín rojo sangre acentuaban su palidez y la lagrima que caía por su mejilla desnuda. No se había dado cuenta de que ya no estaba sola al volver a sentarse en el incomodo sofá del habitáculo. Una mano le ofrecía un pañuelo, que aceptó con cortesía. Le miró a los ojos, de un color espectacularmente plateado, y no pudo reprimir una sonrisa para agradecerle el gesto. Al devolverle el trozo de tela ocurrió algo, como una descarga eléctrica, algo irresistible, una señal quizá. El chico era irremediablemente atractivo, ella trataba de averiguar que era eso que tanto le atraía de él. Él cogió el periódico. La fecha, el 23 de Julio de 1964. Ella cogió su novela rosa. El título, Tren al paraíso. Él la miró un par de veces escondido tras las hojas del diario. Ella lo miró desde su asiento incomodo. Pero ninguna de sus miradas se cruzó en el espacio infinito que les separaba. El tren aminoró la velocidad, hasta pararse. Los dos se levantaron y chocaron, por fin sus miradas se cruzan y como si de un sueño no vivido se tratase, se transforma en un beso fugaz, de despedida. El joven cogió su periódico y sus pertenencias, andaba escaso de equipaje, y salió del vagón, del tren. La chica, en un acto reflejo, se asomó a la misma ventanilla de antes. Lo vio, y él a ella también. No tenían a nadie que les esperase, nadie por quien esperar. Puede que el destino les hubiese reunido. O la casualidad había reunido a esas dos almas solitarias. Ambos se miraron, preguntádose el porqué, se sonrieron y se dijeron adiós agitando la mano. Tal vez volverían a encontrarse. El tren volvía a arrancar, éste no iba al paraíso, solo a otra ciudad ruidosa, como todas las demás. Solo había una diferencia. Al menos, ahora, en esa despedida tenían a alguien de quien despedirse.